domingo, 23 de septiembre de 2007

Buenas noches

Ah! Por fin en mi cama. No se por que salí. Al final gasté dinero, me cagué de frío y lo más importante, no la pasé bien, (o por lo menos, no del todo bien.) Pero bueno, ya estoy acostado, abrigado, deseando dormir mucho, disfrutando con tranquilidad. Al parecer todo es un mundo perfecto, pero en ese instante de equilibro, el olvido irrumpe, nos comete el peor de sus chistes, nos hace dudar. Maldita la duda, maldita sea, la odio, no me deja vivir tranquilo. Quizás, y esto lo planteo por primera vez acá, la duda es lo peor que le puede ocurrir a un hombre y a casi todas las mujeres (el chistazo). La conciencia atormenta, pero no es difícil callarla, o ¿será qué uno se acostumbra? Pero, ¿qué podemos hacer con la duda?, obviamente estamos hablando de una duda que no es posible aclarar de manera simple, estamos hablando de la duda en los exámenes, en la vida y más particularmente en este caso, la peor duda que te puede surgir, ¿cerré la puerta de mi casa?

Empezamos a reflexionar, no hay nada claro, todo es borroso, no sabemos nada, el tiempo, tirano, nos hace caer en las tinieblas de la incertidumbre, no estamos tranquilos, empezamos a estar completamente inseguros ¡¿y todo por qué?! Por no recordar si cerré la puerta de mí casa. ¿Será posible?

Pensemos, he salido muchísimas veces y nunca me he olvidado de cerrar, por lo menos las estadísticas están de nuestro lado, lo cual no quiere decir que alguna vez exista un primer error, un primer olvido. Maldición, no sirve la reflexión.

¿Por qué no tomé más? Estaría en estado de ebriedad interesante, dónde, primero no estaría pensando en esto y segundo, ya estaría claramente dormido, soñando con algo que al otro día no recordaré. ¡Qué problema!, ahora no sólo me preocupo por la puerta “supuestamente” abierta, sino por los días en los cuales tomaré y llegaré a mi casa hecho una especie de eslabón perdido (y eslabón de lujo) y no cerraré la puerta.

¡Maldita reflexión, te odio menos que a la duda, pero más que la conciencia!

Primero tratemos de probar que la puerta está como debe, cerrada. ¿Pero cómo? Ganas de levantarme, me faltan, pero no puedo dormir así. ¿Qué hacer? La respuesta es obvia, existe el momento en la vida de una persona, donde se debe convertir en ese héroe anónimo, donde sabe que va a perder de cualquier manera, si, de cualquier manera, siempre de la peor manera, donde no va a existir más que el mero premio de matar al enemigo: la duda.

Junto orgullo y más que nada calor, me preparo psicológicamente, medito los pasos a seguir, pienso un plan de acción y me lanzo cual samurai fuera de mi cama.

El frío piso borra todo los planes y estrategias, estamos mas en bolas que nunca, (y no sólo literalmente lo digo) simplifica todo en una simple palabra, una palabra antigua, que ha sido la salvación de mundos y civilizaciones… “corré”. Corro, bajo las escaleras más frías del mundo, prendo la luz, ojeo la posibilidad del encontronazo con la cucaracha glotona, esa que está hasta la madrugada buscando restos de comida, busco las llaves, abro la primer puerta, salgo al patio, el frío entumece mis piernas, trato de no pensar en nada y miro el objetivo, la puerta de calle.

La siento cerca, ya no queda mucho, vislumbro que al parecer esta cerrada, pero ya estando cerca debo mirar la cerradura. Me acerco, inclino la cabeza y lo veo. El pasador esta en la posición correcta, la estadística sigue invicta, hemos hecho un excelente trabajo, ahora queda volver a la cama lo mas rápido que podamos.

En mi refugio veo las bajas de tan terrible batalla, perdí una pantufla en la escalera, la otra nunca la encontré. Pero la satisfacción de haber despejado la duda, nos hace libres de la culpa. ¿qué? ¿La culpa? Me cago en la concha de la lora, todo este tiempo pensé que la duda era la que me había hecho pasar un mal rato, y ahora medio enfermo y muerto por hipotermia, me entero que la culpa me hizo salir de mi cama a las 6 de la mañana, un 5 de julio, con una temperatura no superior a los 0 grados, semidesnudo y lo peor de todo es que me hizo insultar a la pobre duda.

Perdón duda, no fue mi culpa, o en todo caso si, pero te prometo no dudar más de vos.

Buenas noches y hasta mañana.